No existe razón de
Estado ni intereses económicos de las corporaciones que justifiquen el silencio
cuando se trata de la salud pública”. Esa frase repetía una y otra vez, cuando
recorría el país, Andrés Carrasco,
reconocido científico del Conicet fallecido hace tres años, quien confirmó los
efectos devastadores del glifosato en la salud.
El enunciado fue usado ayer al
final de la exposición del doctor Damián Marino, investigador del Conicet y
profesor de la Facultad de Ciencias Exactas de la Universidad Nacional de la
Plata (UNLP).
Es que las
conclusiones de su presentación demandan la acción inmediata del Estado para
frenar los efectos del modelo productivo sobre los recursos naturales. “Tenemos
esa convicción de la universidad pública y es nuestro primer deber empoderar a
las comunidades, sobre todo cuando se trata de salud pública”, enfatizó
el investigador. Marino fue el primero de los disertantes, y durante más de
media hora expuso los resultados de los estudios que revelaron la presencia de
residuos de agroquímicos y metales pesados en las aguas de los ríos Paraguay y
Paraná. Luego fue el turno de la doctora en Química Alcira Trinelli,
investigadora de la UBA y del Conicet, e integrante de un equipo que durante
cinco años (2010-2015) documentó el estado del recurso hídrico en la zona de
Pampa del Indio. Acompañó las presentaciones, además del diputado Trabalón, el
referente de la Red de Salud Popular, Pablo Fernández Barrios. Y estuvieron
presentes la defensora General del Poder Judicial del Chaco, Alicia Alcalá; la
subsecretaria de Ambiente de la provincia, Claudia Terengui; la mujer destacada
del año, María Angélica Kees; representantes de la Administración Provincial
del Agua (APA) y alumnos de la ENS Nº 67 de Resistencia.
Marino reveló
detalles que verifican el impacto del “modelo agroproductivo” en la cuenca del
río Paraná, un recurso hídrico fundamental para el país. Explicó que la cuenca,
en su tramo superior, tiene “concentraciones de distintos insecticidas de uso
agrícola”; mientras que desde la cuenca media hacia la baja existe
“contaminación múltiple” con algunos metales y principalmente con glifosato.
“Son los sitios más afectados. El glifosato es una molécula dominante.
El Paraná está en
problemas”, resaltó. Si se contrastan los valores obtenidos por las
investigaciones con los niveles guías (referencias aceptadas en el país y en el
mundo), las muestras superaban a esos niveles en endosulfan, clorpirifos y
cipermetrina. “La publicación científica validada a nivel internacional dice
que todas las muestras de agua superaron para, al menos alguno de los
plaguicidas, el nivel guía recomendado para toda la biota acuática. Y
recomienda articular políticas inmediatas para el manejo de los plaguicidas en
la cuenca”, repasó el catedrático.
Parte de la
presentación del doctor en Química, Damián Marino, donde repasó efectos letales
y subletales en sedimentos del río. Los estudios científicos en la cuenca del
Paraná-Paraguay se plasmaron en tres publicaciones asociadas: la primera, en
2013, sobre efectos observados en sedimentos (el barro del fondo del río); la
segunda en 2016 y la más reciente en enero de 2017, donde se comprobó la
presencia de un conjunto de pesticidas en el agua y en el sedimento. Todas las
investigaciones tuvieron como escenario el tramo argentino del Paraná. Para el
trabajo científico, la UNLP logró la cooperación de Prefectura Naval Argentina,
que aportó el buque “Dr. Leloir”.
“Las muestras
se tomaron en las desembocaduras de los arroyos o ríos que drenan desde el
interior del país hacia el Paraná, con el objetivo de ver el goteo permanente
sobre el gran río”, contó Marino. Precisó que el tramo en el que trabajaron
desde el buque Leloir abarcó desde el río Pilcomayo hasta Rosario; mientras que
desde Rosario hasta Luján las muestras fueron tomadas en cada desembocadura,
pero llegando a los lugares vía terrestre. De las muestras obtenidas se
analizaron los efectos letales (organismos muertos) y subletales (alteración
del desarrollo y la reproducción).
“Lo relevante que
se obtuvo es que las concentraciones de metales no superaban los niveles
guías”, reveló, y puntualizó que sólo el plomo hallado en casi todas las
muestras de sedimentos, en cantidades inferiores a las aceptadas, comprobaba la
incidencia de las actividades antrópicas de ciudades que recorre el Paraná en
su cuenca. “Se ve que ríos como el San Lorenzo, Saladillo o el Pavón tienen
sedimentos con concentraciones altas” que provocaban efectos letales en
organismos. En tanto, implicancias subletales se notaron en la cuenca alta
(provincia de Buenos Aires), con alteraciones en el crecimiento vinculadas a
altos niveles de plaguicidas. “Mirando los resultados, veíamos que
el glifosato estaba pegado en partículas en suspensión o formando parte del
sedimento. A partir de la cuenca media empezaba a aumentar la concentración. Y
cuando llegaba a la altura de Luján, había aumentado mucho”, subrayó. Llevando
la explicación a números y comparaciones, alertó que los niveles de glifosato
más AMPA (metabolito en la degradación del glifosato) halladas en la cuenca del
río “son unas cuatro veces las concentraciones que pueden encontrarse en un
campo sembrado con soja”.
Entonces concluyó: “El fondo de un río que desemboca
en el Paraná tiene más glifosato que un campo de soja”. Hay más: todas las
muestras de agua, material en suspensión y sedimento de fondo tenían presencia
de insecticidas diseñados para matar insectos. “Esto muestra que los
insecticidas están distribuidos a lo largo de toda la cuenca”, indicó el
investigador. En tanto, advirtió que tras la prohibición de uso del endosulfan
(un insecticida), hubo otros sustitutos que fueron lanzados al mercado. Hoy, el
más barato es el clorpirifós. “El ambiente estaba dando aviso a esa situación,
al uso que se le da a los recursos”, indicó. Comparando, dijo que de la carga
total de plaguicidas, el 90% es de glifosato y el 10% restante se reparte entre
clirpirifós, cipermetrina y endosulfán. “Eso es un reflejo del mercado de
fitosanitarios”, sostuvo.
El contexto inicial en que Marino ubicó su
presentación fue el informe de Planeta Vivo, una organización internacional que
elabora un índice que mide la biodiversidad del planeta. Ese índice fue hecho
sobre 10 mil especies de distinto tipo. “Se ve que entre 1970 y 2010, hubo un
decaimiento del 52% de las poblaciones a nivel mundial. Pero en América Latina
el valor es 80%. No es que hay menos especies, sino que los grupos
poblacionales son más chicos”, graficó, y trasladando a la experiencia
cotidiana explicó que la gente puede observar la presencia de menos cantidades
de ranas o de peces. Como concepto emergente del informe, resaltó que en menos
de dos generaciones humanas se destruyó la mitad de la población de especies
que había en la Tierra durante toda su evolución. En tanto, utilizando el
concepto de Huella Ecológica, que se mide en varios países, dijo que “Argentina
tiene esencialmente una huella basada en los sistemas agroproductivos”.
Luego,
apuntó otro dato gráfico: tomando la biocapacidad, es decir cuánto puede
ofrecer el planeta respecto de lo que se está usando, y cruzando con
información de la evolución poblacional, puede verse que el 8 de agosto de 2016
la humanidad consumió todos los recursos naturales de ese año. “A partir de ahí
consumimos recursos a crédito, se los estamos sacando a las generaciones
futuras. La última vez que salimos hechos fue en diciembre 1970. Hoy estamos
consumiendo por año un planeta y medio. Algo no está andando”, alertó. Al
respecto, resaltó que los plaguicidas “son una huella que vamos dejando a los
sistemas ecológicos”. “Tienen asociado un concepto de dinámica. Desde el momento
de la aplicación, ocurrirán procesos en la atmósfera, en el suelo, y otros que
vincularán el suelo con el agua. Se dan todos en forma simultánea”,
expuso.
Al iniciar su presentación, el doctor Marino resaltó que
todos los trabajos presentados son fruto de un equipo de investigación dirigido
hasta el año pasado por la investigadora del Conicet Alicia Ronco, fundadora de
la carrera de Ambiente de la UNLP Antes, resaltó que todos los resultados
obtenidos en las investigaciones fueron costeados por fondos públicos, y de ahí
la importancia de que “vuelvan a la población” en forma de estudios que ayuden
a advertir algunas situaciones que requieren de políticas públicas diseñadas y
aplicadas sin más postergaciones.
Luego de hallar glifosato en el agua usada
para consumo en Pampa del Indio, en el año 2012, la medida cautelar interpuesta
tuvo efectos y las pulverizaciones dejaron de hacerse en superficies cercanas a
poblaciones. Así lo resumió la doctora en Química de la UBA y científica del
Conicet, Alcira Trinelli, quien durante cinco años estudió el agua para consumo
y riego en esa localidad chaqueña y en parajes de la zona donde predomina la
población aborigen y con alto nivel de vulnerabilidad social.
“Sabíamos que en ese momento, en 2012, había aviones fumigando sin
restricciones sobre la lejanía de las zonas pobladas. Encontramos niveles
elevados, como las 500 partes por billón en la entrada de la planta de
tratamiento de agua”, contó Alcira Trinelli (UBA-Conicet) Trinelli explicó que
las muestras se tomaron en la planta potabilizadora, aljibes de escuelas, aguas
de napas, Pampa Chica, Lote 4, Campo Medina y Campo Nuevo; el río Bermejo y la
red de agua de Presidencia Roca. Hubo campañas de muestreo en 2012, 2013 y
2014.
Al margen de la contaminación del agua con bacterias, con valores que
exceden los parámetros legislados, en la primera campaña fue hallado glifosato.
“Sabíamos que en ese momento, en 2012, había aviones fumigando sin
restricciones sobre la lejanía de las zonas pobladas. Encontramos niveles elevados,
como las 500 partes por billón en la entrada de la planta de tratamiento de
agua”, contó. “Gracias a la medida cautelar que se interpuso poco después de
esos muestreos donde se halló glifosato, a partir de 2013 en las muestras no
fue detectado nuevamente”, ponderó.
Lo más preocupante, recordó, fue el agua
analizada en la zona de Campo Medida, que mezclaba múltiples contaminantes. “En
todos los parajes encontramos algún tipo de tóxico, excepto en el río Bermejo y
en Presidencia Roca”, expuso. Alcira Trinelli es parte del equipo conformado
por investigadores y estudiantes de las facultades de Ciencias Exactas y de
Medicina de la UBA. El trabajo en Pampa del Indio, que abarcó cinco años, fue
financiado con recursos de un voluntariado, subsidios de la Subsecretaria de
Políticas Universitarias y de la propia universidad. La iniciativa surgió por
un pedido expreso de la comunidad qom de Pampa del Indio, ante la falta de
acceso al agua de calidad. Hubo varias organizaciones que actuaron como
contraparte. El objetivo fue analizar la calidad del agua para consumo y riego,
para generar una herramienta científica que sirviera para sustentar reclamos de
acceso al agua.
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